20 de enero de 2012

San Sebastián y la Vaquilla

Procesión de San Sebastián
En la Casa de la Hermandad
Como todos los años el 20 de enero, fiesta local en Los Molinos, la Hermandad de San Sebastián rememora una fiesta que se pierde en las raíces de esta tierra; quizás son siglos los que contemplan esta fiesta con sus rituales de la vaquilla. No sólo en Los Molinos se celebra; también la encontramos en Braojos, San Mamés, Navarredonda, Fresnedillas de la Oliva, Pedrezuela y un largo etc. En otros lugares como Colmenar Viejo se escenifica un parecido ritual en otras fechas. En Cercedilla, San Sebastián es el patrón y antiguamente escenificaban algo parecido, así como en Collado Mediano el día 23, San Ildefonso, se celebraba un ritual también desaparecido. Hay lugares donde se ha recuperado esta fiesta pero dándole un carácter diferente relacionado con la Iluminaria y el fuego como acompañantes del nuevo solsticio.
Reproducimos a continuación la entrada que se hizo el año pasado para poder conocer mejor esta fiesta.
 
San Sebastián
El deseo de este texto es servir de homenaje a los Hermanos Cofrades, que son o han sido Sebastianes a lo largo de decenas de generaciones en el pueblo de Los Molinos, porque gracias a ellos y a su amor por esta fiesta perdura en nuestros días uno de los rituales más antiguos que tenemos, no sólo en la Comunidad de Madrid, sino en el resto de la península.
La mezcla de ritual pagano y fiesta religiosa camina unida y se dan fuerza la una a la otra en una convivencia que representa el reflejo de la condición humana con sus miedos y alegrías, y su conciencia de ser algo pasajero en este mundo, en el que sólo la solidaridad entre hermanos cofrades les ayuda en momentos difíciles; en esta fiesta se recuerda y, se pone en valor la amistad y el respeto que dan una mayor dimensión al ser humano.
Se han recogido dos textos, de sendos libros del antropólogo y etnólogo Julio Caro Baroja conocedor de esta fiesta (veraneó en Los Molinos en los años treinta del siglo pasado). Las ilustraciones se han elegido de la revista “Estampa” propiedad de Modesto González, actuante de Vaquilla en una de las fotografías allá por el año 1935.      
La importancia de esta fiesta en Los Molinos debiera de tener un reconocimiento como Bien de Interés Cultural para la que le sobran méritos. Un bien, que es de los mejores tesoros que tenemos en Los Molinos.

Matías González actuando de Vaquilla. Año 1935
“Los pueblos de España II” (Págs. 216, 217)
Julio Caro Baroja

[…] los pueblos pastoriles de los páramos y serranías, además de ganados lanares que pastan en tierras de común y barbechos, tienen ganado vacuno en dehesas y terrenos de propiedad personal; aprovechan muy poco como animales de tracción a las vacas y bueyes que en ellas pastan, y es frecuente que el concejo tenga toros, carneros y verracos de su propiedad para la cubrición. La zona carpetovetónica es típica de esta clase de aprovechamiento, que continua hacia el Sur con gran desarrollo, así como el del ganado de cerda.
  
Fiestas y ritos
Acaso esto explique que en toda ella exista un tipo de mascarada especial, con motivo de determinada fiesta de primeros de año (San Sebastián, San Blas, San Antonio o carnaval simplemente), que consiste en que un mozo del pueblo que sea – poseo datos concretos de Los Molinos (Madrid), Abejar (Soria), Atienza (Guadalajara), etc.., hasta de Palencia y Sur de León inclusive – se disfrace sumariamente de bóvido. Llaman a éste “la vaquilla”, y suele salir seguido de otros cubiertos de pellejos y con cencerros a la cintura, que son los cabestros y que producen la algazara de la gente. Otro mozo, u otro grupo de mozos, después de varios episodios e incidentes, fingen dar muerte a “la vaquilla”, y luego beben todos cantidades de vino diciendo que es su sangre (1). Hay que indicar que este “rito” antiguo, cuya relación con las mascaradas del Norte (en que sale, en vez de una representación de vaca, otra de caballo), es muy probable se halle condenado por multitud de autoridades de la Iglesia antigua y en cánones de concilios de países diversos de forma clara. “Los cánones penitenciales -dice el padre Florez (2), y su autoridad basta ahora, para no amontonar referencias- señalaban tres años de penitencia a los que hiciesen el ciervo, o la ternera o becerro” (vitula o vetula).
(1) Luisa Carnés, “la Vaquilla de San Sebastián” (Los Molinos), en Estampa nº 368 (2 de Febrero de 1935)
(2) España Sagrada. XXIX, p. 87


Modesto González actuando de Vaquilla. Año 1935

“El carnaval” (Pág. 276, 277)
Julio Caro Baroja

La “vaquilla” de Los Molinos (provincia de Madrid)
Las mascaradas de las que he de hablar ahora son aquellas que parecen estar más relacionadas con las de Kalendae, cuando en ellas salía uno disfrazado de “vitula” o “vetula”, y cuya acción es parecida en un solo aspecto a las de las mascaradas suletinas y, en general, vascas, aunque éste sea muy importante. A tal clase pertenece la que tenía lugar en el pueblo de Los Molinos (provincia de Madrid) con motivo de la festividad de San Sebastián, en enero, y en otros pueblos de Castilla otros días festivos próximos: de primeros de año a fines de Carnaval; es decir, en el mismo período que venimos estudiando.
Yo he visto la de Los Molinos y, además, he hallado una descripción de ella en un artículo de la periodista Luisa Carnés, artículo completo e ilustrado, de suerte que para facilitarme el trabajo copiaré párrafos sueltos de él:
“Existe en el pueblecito serrano de Los Molinos una cofradía llamada “de San Sebastián”, fundada en el año de 1834 e integrada por treinta y cinco cofrades, algunos de los cuales figuran en ella desde  hace más de cuarenta y cinco años. La fiesta de la cofradía, o sea la del santo de que ésta toma nombre, se celebra durante los días 19, 20, y 21 de enero. Comienza esta fiesta con la llamada “oración del santo”, que se celebra a las doce de la noche del día 19, y ante la puerta cerrada de la iglesia del pueblo. Llegados ante ella los cofrades, se arrodillan y empiezan sus oraciones al santo… El día 20, a las doce de la noche, se celebra la suelta de la vaquilla. La vaquilla sale de casa del alcalde de la cofradía… Hay un cofrade que representa a la vaquilla. Y la vaquilla es en resumen un sencillo armazón, compuesto por dos varas estrechas, a cuyos extremos van dos cuernos y un rabo de vaca […]. A esa representación sumaria de la vaquilla se une otra, igualmente simbólica: la de los cabestros. Los cabestros procuran ir lo mas ridículos posibles: un cesto o una toquilla a la cabeza, una escoba, y por descontado, sujetos a la cintura por una correa, tres o cuatro cencerros, para que lo que representan quede bien patentizado. Es de advertir que esta práctica es viejísima en muchos pueblos serranos […]. La misión de la vaquilla es correr de un lado a otro del pueblo, embistiendo a todo el que se pone delante, sin tener en cuenta edad, sexo ni categoría social […].
Los figurados cabestros, a la zaga de la vaquilla, también han de sufrir sus embestidas violentas; caen al suelo, se llenan de barro; pero no dejan de correr, de gritar ¡¡vaquilla!! y de empinar por turno una bota de buen vino, que lleva uno de los que la acompañan, sacudiendo los cencerros.
Después de correr la vaquilla durante más de dos horas, se comen las migas en casa del alcalde de la cofradía […].
Luego darán una vuelta por el pueblo y comenzará el sacrificio de la vaquilla en la plaza Mayor. (Antiguamente, la vaquilla, antes de entrar en la plaza para morir, se iba hacia la sierra, como si fuera una auténtica, huyendo.)
[...] Las mozas le temen a la vaquilla y permanecen en sus casas, bien guardadas por cerrojos, porque la vaquilla acostumbra a subir a las habitaciones cerradas también, sólo avanzada la fiesta aparecen algunas en sitios estratégicos de la plaza por si acaso.
La vaquilla va estando cansada e inspira menos miedo a las chicas” [...].

Hay más información de la fiesta en el folleto editado por el Exmo. Ayuntamiento de Los Molinos y la Comunidad de Madrid en 1991. Y en el libro Rituales de identidad revitalizados de Pilar Jimeno Salvatierra, editado por la Universidad Autónoma de Madrid en 2002; se trata de un relato antropológico de la fiesta, a partir de la experiencia directa de la autora entre 1978 y 1991.

(Publicado por P.L.)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me parece un excelente reportaje y muy bien documentado. Enhorabuena